Ciencia.
«Otra vez, es un flash, pero no es una luz, otra vez, los siento pero no puedo verlos, están ahí, como otras veces, ¿qué día será?, joder no puedo hablar ni moverme, ya no, ya no más, no os voy a pedir ni compasión ni nada, en el momento que pueda, me voy de aquí; pensar, eso, pensar, moverse, casi siento el brazo, pero no, ¿qué me ha pasado?…»
La catedrática de neurología descubrió el bulto en el centro de la sala, un cerebro pequeño, de un ejemplar de chimpancé.
– Doctores – hizo una pequeña pausa para dar solemnidad a su clase magistral- …es un cerebro de chimpancé de 30 años, medio kilo aproximadamente, muy parecido al nuestro, los colegas de la universidad de Yale han perfeccionado el suero y se bombea la sangre sintética haciendo que el órgano reviva, lleva en este estado seis años. Sobra decir que el chimpancé se parece mucho a los humanos, salvo que les sacamos un kilo a su cerebro, fruto de la evolución genómica; que nuestro cerebro sea más grande sirve para comprender lo que es una raíz cuadrada, eso al chimpancé eso no le hace falta para nada. ¿Preguntas?
Un pequeño murmullo, los doctores estaban asombrados.
-Doctora Vázquez, ¿quiere decir que, eso que ha hecho ahí, se ha perfeccionado tanto que se podría hacer en humanos?
-Así es, – contestó tajante – lo que les voy a enseñar ahora es el fruto de más de cien intentos por parte de un equipo multidisciplinar de varias facultades, hemos tenido éxito y podemos reproducir el experimento con tantos cerebros como queramos, pero con una novedad, que no nos hace falta un cadáver reciente.
La doctora Vázquez destapó un segundo cerebro, más grande, sonrosado, nuevo, y prosiguió con su explicación.
«No oigo nada, mierda, estoy sola, sola, ¿estaré muerta?, no, o sí, no hace frío, siempre oí decir que se sentía frío, estoy despierta, estoy despierta, no me oye nadie, joder, una enfermera, alguien, ayuda, socorro, se que están ahí, los siento, ayuda por piedad…»
– Doctora, por favor, ¿nos quiere hacer creer que se ha saltado todos los convenios y ha dado vida a un ser humano?. ¡Está jugando a ser Dios!
– Calma doctores, calma, sí es un cerebro humano, llevaba veinte años en formol, con las técnicas de regeneración molecular y el suero de los colegas de Yale, – hizo una pequeña pausa – aquí tenemos un cerebro completo y sano, que perteneció a un ser humano, yo no diría que esto un ser humano…
-¿Pero a qué juega doctora?
-Esto se llama ciencia, no es un juego, ni aquí hay ningún ser humano, insisto, es sólo un cerebro, uno de tantos órganos que habrían tirado a una fosa común, uno de tantos cadáveres que hay en el anatómico forense, de gente que nadie reclama, y que sirven para el picadillo de nuestras jóvenes promesas médicas; lo que se ha hecho siempre doctores, ahí no sabemos si hay alguien, no sabemos si la conciencia o la consciencia, el alma o lo que quiera usted, lo que está claro es que con remilgos la ciencia no avanzaría nada.
La doctora pensaba que aquel descubrimiento dejaría boquiabiertos a sus colegas, se veía a sí misma recogiendo el Novel, el Princesa de Asturias, el orgullo ciego el pecado capital de todo investigador.
-Me voy de aquí a denunciarla inmediatamente esto es un atropello, ha traspasado usted un límite que no se puede consentir.
-Vaya usted donde quiera con su hipocresía; ¡qué sería de la comunidad científica con mentes como la suya!
El grupo de ilustres se dividió, los que no estaban de acuerdo con la metodología de la doctora Vázquez, salieron de la sala entre voces e insultos, la doctora se dirigió al pequeño grupo que quedaba.
– ¿Saben ustedes porqué nunca juego al ajedrez con una paloma?. Porque tiran las fichas, se cagan en el tablero y se van con aires de haber ganado la partida.
Risas en el grupo.
– La tecnología para regenerar órganos la tenemos, ¿qué opinan ustedes, la usamos o no la usamos?
Mientras tanto, en la oscuridad, en el vacío, en el recuerdo, algo despertaba una vez más.
«Dios, échame un cable, no he sido tan mala, joder, no tuve suerte en la vida, yo hubiera querido, ellos, sé que están, que me miran, los siento ahí, me miran, Dios mío, ¿Padre, porqué me abandonas?»
La Doctora Vázquez proseguía con su exposición.
– Bien doctores, este cerebro es de un cadáver, mujer de treinta años, fallecida de sobredosis hace catorce años, que se encontraba en un fluido para su conservación en el Anatómico Forense en Sevilla, si comprueban el monitor… visualicen la actividad en la parte posterior, en el rombencéfalo, comprobamos que esa actividad está en la misma frecuencia que cualquier situación de supervivencia, no en vano se especula con la posibilidad de que regule funciones básicas del movimiento; como curiosidad les diré que hoy está especialmente activo, con picos por encima de lo normal en la EGG. Este cerebro muestra todas sus funciones intactas si comprueban el córtex y las distintas regiones lobulares se diría que es de una persona sana. Este encefalograma podría ser el de una persona que está pasando por un periodo de estrés puntual; comprueben que el lóbulo frontal y el temporal también tienen mucha actividad, por ser el que regula el razonamiento, la memoria y las emociones, al contrario que parietal y occipital que muestran una actividad residual más propia de alguien que ha perdido un miembro, me baso en observaciones y los archivos de EGG del Hospital Virgen del Rocío, pero de momento, no podemos decir nada más que, esto no es la cabeza de un cerdo que ha abierto los ojos, como pasó a los compañeros de la Universidad de Yale, esto es un cerebro, sano, que funciona.
-Doctora una pregunta, ¿podríamos comunicarnos con esto, o con esta persona?
-No dudo que sí, en un par de años; la interfaz está siendo desarrollada por los doctores Javier Mendoza y Francisco Cumman de la Facultad de Física y Biología de la Universidad de Sevilla, lo que no puedo asegurar es quién contestará y si querrá contestar, en el hipotético caso de que la personalidad de su anterior portador, con sus conexiones sinápticas y recuerdos, pervivan ahí dentro, insisto, son todo conjeturas. No sabemos. Pudiera ser que la yonqui que lo portaba nos pidiera un pico, aunque lo dudo.
– Ah pero, ¿conoce la identidad del donante?
– En este caso sí, confieso que me he interesado por el sujeto, se trataba de un experimento demasiado importante, necesitaba un órgano especialmente deteriorado. El fluido en el que está lleva gran cantidad adrenalina para evitar anafilaxia y mantener el bombeo de fluido sanguíneo constante. El único hecho palpable es que este órgano está aquí y funciona. Y que podemos empezar a pensar en recuperar otros órganos, las posibilidades son infinitas, y los costes son pocos para los beneficios que pueden depararnos.
Los científicos allí congregados hacían cuentas mentales y se sonreían los unos a los otros, imaginando sus abultadas carteras.
De la penumbra de la sala apareció portando un hacha contra incendios, uno de los médicos que se fueron de la exposición; emprendiéndola a hachazos con los cerebros primero, el humano primero, el animal después.
«Gracias, no se que es, pero gracias, Señor, perdóname»
La doctora Vázquez intentaba protegerse, en vano, entre sus colegas cuando una mano la agarró y la tiró al suelo.
-No se acerque, no me toque, socorro… -imploraba la doctora Vázquez sin éxito- No me toque, cabrón, hijo de puta, no me toque…
El médico se acercó despacio a la doctora Vázquez; con mucha calma se dirigió a ella para terminar la exposición, levantó el hacha, clavándosela en la cabeza, asegurándose entre golpe y corte, de que no quedase ningún pedazo de su mente privilegiada por reutilizar.
¿FIN?
Fernando Viera.