LA ATENCIÓN AL CIUDADANO EN LA O.A.C.
LA ATENCIÓN AL CIUDADANO EN LA O.A.C.
Opinión:
Hace unos días, tuve que hacer un trámite en el ayuntamiento, más concretamente en la Ofcina de Atención al Ciudadano (OAC). Confieso que lo estaba aplazando por puro temor a lo que me imaginaba: llamadas interminables, explicaciones enredadas y, quizás, algún que otro malentendido. No sé si a ti también te ha pasado, pero a veces uno ya va preparado para lo peor. Además ,mi trámite era algo tedioso, por lo que mi miedo se acentuaba por el hecho de que me mandasen a mi casa con el trámite sin hacer.
Sin embargo, lo que sucedió fue completamente distinto. Desde el primer momento me quede helado. La ofina no tenia gente esperando como había leído en ciertos lugares, tampoco me dijeron que cogiese número para otro día como también había escuchado, todo lo contrario. Desde que llegué, cogí mi número y entré pasarían 3 minutos. Pero ahí no queda la cosa, me atendieron con una amabilidad que me desarmó por completo. El chico que me atendió no solo me guió paso a paso con paciencia, sino que, además, sentí que realmente escuchaba lo que necesitaba. En ningún momento me sentí como un número más ni como alguien que tenía que resolver rápido su asunto para dejar el espacio a otro. Al contrario, me trató como una persona, con sus dudas, su urgencia y su derecho a ser bien atendida. Un 10 por el chico de la mesa 5.
Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre lo importante que es el trato humano en estos espacios. Estamos tan acostumbrados a que los trámites sean fríos y despersonalizados, que olvidamos lo bien que se siente uno cuando te tratan con respeto y empatía. No sé si te ha pasado alguna vez, pero salir de una oficina pública con la sensación de que te han tratado bien, como si realmente importarás , es algo que se queda contigo.
Es increíble cómo algo tan sencillo como una sonrisa al otro lado del teléfono, o una explicación clara y sin prisas, puede cambiar completamente tu día. Y, aunque sé que los empleados públicos tienen mil cosas entre manos, también creo que esa disposición de escuchar y ayudar es lo que marca la diferencia. Porque al final, son ellos los que representan a la institución, y esa atención puede mejorar o arruinar la imagen que tenemos del servicio público.
Salí de ese trámite no solo con mi asunto resuelto, sino con una profunda gratitud. Me di cuenta de que, como ciudadanos, a veces nos enfocamos tanto en señalar los fallos que olvidamos reconocer lo positivo. Y creo que es justo reconocer cuando las cosas se hacen bien. Porque en un mundo que parece ir siempre corriendo, donde muchas veces lo que se nos exige es ser eficientes a cualquier costo, la calidez humana se vuelve un tesoro.
Quiero pensar que este tipo de trato no debería ser la excepción, sino la norma. Que en cada rincón de las oficinas públicas, la empatía y el buen trato estén presentes. Y también quiero animarte a que, cuando te ocurra algo similar, lo reconozcas y lo compartas. Porque, al final del día, todos merecemos ser tratados con dignidad y amabilidad, y es bueno recordar que eso sigue ocurriendo, incluso en los lugares más inesperados.
Pepe Martín