La maldición del Pato.
La maldición del Pato.
Estoy seguro de que a estas alturas de mandato, cualquiera, por poco que vea la televisión, o bichee un periódico, o tras la implantación de un café con leche cargado, acuda al baño a ver sus redes sociales, a leerme a mi y a otros, estoy seguro, decía, de que ya se ha dado cuenta de que esto es un “sin Dios” que no hay por dónde cogerlo.
Poner Alcalá de Guadaíra en el mapa de España, ahora mismo, es lo más fácil del mundo, tú le dices a un niño: – “Niño señala la capital”; y al niño se le va el dedo a Alcalá.
Y no precisamente por lo bueno.
El más absoluto caos se ha instalado en la Plaza del Duque, es, a lo mejor, ¿una venganza del pato por ponerlo del revés?
Los más antiguos de esta ciudad saben que sobre el Pato hay una maldición, una de esas leyendas urbanas que dice que cuando al pato le pasa algo, al responsable le pasa algo, ya sea por acción o por dejación de funciones, a fin de cuentas es uno de los guardianes de misma, muy anterior al dragón.
Para los que no lo sepan, se dice que hay un espíritu de un antiguo habitante de Alcalá que habita en el pato, y que si se le molesta trae la desgracia y la mala fortuna, y yo no soy creyente de estas cosas, pero “cosas pasan”, sólo tienen que salir a la calle y ver la degradación, político, social, industrial, natural, si quiere saber cual es la definición del caos, asómese a la ventana.
En las redes sociales doña Isabel, anda dándose baños de masas como perejil de todas las salsas, niña del bautizo, niña de comunión, novia, y para la parte de los obituarios, hay un par de mortuorios que la andan rifando, menos mal que existe el señor Mora, que de momento se come los marrones, mientras la señora Ballesteros hace las cuentas, tú tranquila que ya te tocará.
Pero las redes sociales, no son Alcalá, por mucho que se empeñen los políticos, no se hacen viviendas de protección oficial desde el año 1997, en su lugar, se han cambiado las banderolas y se ha puesto la caseta de venta en varios sitios, pero pisos se han hecho pocos, ninguno.
Se han expropiado terrenos, para ubicar una ciudad de la Justicia, que albergará a Batman, Superman y la Mujer Maravilla, sin hablar con los de la Junta de Andalucía, el Poder Judicial y la empresa constructora.
Y por si fuera poco el gasto, crean una empresa pública para la gestión de la vivienda, muy necesaria para ir recabando adhesiones con las vistas puestas en las elecciones, y no por los pisos que se van a construir, que no se va a construir ninguno, sino por las familias que van a vivir de esta empresa hecha con dinero público para vender humo público.
Con todo tenemos hasta suerte, nadie va a venir a ver nuestra riqueza cultural y social, primero porque no tendrían dónde quedarse, la oferta hotelera está muy por debajo de lo que debería, la ciudad está llena de basuras, el atractivo es cero; pero es que tampoco hay cómo llegar, el transporte público es un fiel reflejo de la ciudad.
Existe un Consorcio de Transportes al que acuden los delegados para hacer el egipcio, básicamente, porque lo único que saben de transporte es que para ir al bar hay que cruzar la calle.
Nadie pregunta a dónde han ido los 160 millones de euros gastados en un tranvía, que no se llama Deseo, pero que se desea desde el año en el que se proyectó, 1994, para 12 kilómetros. (13.333.333 millones el km)
Y mientras otros municipios “socialistas”, tienen como prioritario reunirse periódicamente con el Consorcio y firmar contratos con las empresas de transporte, para que sus ciudadanos vayan a trabajar en condiciones dignas y en autobuses puntuales, la alcaldesa busca un tinte para que le cubra las canas.
Lleva sin reunirse con ellos tres años, y el contrato con la empresa Casal es de hace 18 años, y creo que el gasoil ha subido un poco desde entonces.
No voy a preguntar por la casa de la Juventud, con darse una vuelta se ve bien y por la inseguridad ciudadana, y por el IBI, y por las basuras…
Pues sí, hay una maldición que ronda al Pato de la Plaza del Duque, y esa maldición no se arregla en las redes sociales, removerlo trae mala suerte.
Fernando Viera