No me gustaría aburrir a sus ilustrísimas, ni a los lectores, con definiciones trasnochadas, con escaso peso o cierto criterio, que los libros están llenos de lo uno y de lo otro, al que le interesen las definiciones que acuda a la Facultad y aprenda de memoria.
La ley es negro sobre blanco, que nadie va a leer, de la que todos van a hablar y dotada de presupuesto.
Si cualquiera de estas cuatro cosas falla, ya no es ley, será otra cosa, una novela, un ensayo, o este mismo artículo de opinión.
El Imperativo Categórico, por el cual se rigen los principios básicos de la buena convivencia, queda en manos de la buena disposición del que escribe la Ley, de la buena disposición del que añade dinero para que la Ley funcione y de la buena disposición del que ejecuta la Ley para que esta sea útil.
Así pues Equipo de Gobierno 1, Enmanuel Kant 0.
Es ya un hecho, me gustaría decir sin precedentes pero estaríamos mintiéndonos, que la transparencia, se vuelva opacidad desde el mismo momento en el que se aluda a ella, solicitando el estado de las cosas, y cuando la cosa o el asunto, son las cuentas y el dinero, la transparencia de funde a negro.
Suelen tener las leyes un preámbulo, que nadie se lee, escrito supuestamente, por su majestad el Rey y que, si bien al no estar dentro del articulado no entrarían dentro de la norma, nunca está fuera de ella y forman parte de la misma.
Los preámbulos de las leyes, forman un conjunto de buenas palabras, que vienen a decir que lo que allí se va a articular es por necesidad, y se pueden traducir como “es por tu bien” o “hágase pero no se cumpla”, convirtiéndose estos dos preceptos en la columna vertebral de la acción o inacción de los políticos a los que elegimos, y que son de facto, reflejo mismo de la sociedad que tenemos.
Así pues, el que la ejecuta, queda investido del ese “buenismo voluntarioso” y los que la sufrimos quedamos a expensas de la buena voluntad.
Tienen las leyes mucho del refranero ,“contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”.
A mi, por ejemplo, me gustaría saber el grado de ejecución de algunas cosas, el gasto total y desglosado de Aira Gestión Ambiental, la que cuida del medio ambiente, (¿medio porque lo deja todo a la mitad?), por ejemplo.
Mi intención sería la de saber un poco más por dónde se gasta este Ayuntamiento los 124 millones de presupuesto.
Pero claro está, lees la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local y después de un preámbulo infumable llegas al artículo 4 punto 1e y pone lo siguiente:
Artículo 4
1. En su calidad de Administraciones públicas de carácter territorial, y dentro de la esfera de sus competencias, corresponden en todo caso a los municipios, las provincias y las islas:
e) La presunción de legitimidad y la ejecutividad de sus actos.
No se si a ustedes les pasa lo mismo que a mi, pero cuando leo lo de “presunto”, se me abren las carnes.
Esto quiere decir que tanto la acción como la inacción se presumen ejecutadas o en ejecución y sobre todo, legales, la presunción es una disonancia de la transparencia.
Nadie va a contar a los cuatro vientos lo que presuntamente va a hacer, salvo este ayuntamiento que deja sin ejecución un mogollón de cosas que aprueba en los plenos.
Las cuentas tienen que estar presentadas a la Comisión especial de Cuentas constituida para ello, por los miembros de los distintos grupos políticos antes de someterse a pleno.
Antes del 1 de Junio, tal y como dice el artículo 116.
“Obedézcase pero no se cumpla”, que dería el sabio y, “salga el sol por Antequera”, que diría el que no tiene nada que ocultar.
Como se puede apreciar a veces las leyes te proponen una fecha para que eches unas risas entre amiguetes.
Y no es por nada pero a esa Comisión, me encantaría asistir, pero bueno, a quién le interesa contar lo que se tenga que contar si el pueblo no quiere escuchar.
No puedo asegurar que haya transparencia en ello, dependerá de la presunción del voluntarismo de nuestro Gobierno Local, ese que confunde transparencia, con prendas de vestir que insinúan y no enseñan.
Pero si a Manolo Kant le meten goles, a Arturo Shopenhauer se lo meriendan.
¡Viva el alpiste!
Fernando Viera.
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