Opinión

¡Oiga, doctor!

Que falten médicos es lamentablemente una de esas cosas que arrastramos desde la pandemia.

 

¡Oiga, doctor!

 

Que falten médicos es, lamentablemente, una de esas cosas que arrastramos desde la pandemia.

Si ustedes se fijan bien, lo que antes era una gestión fácil —pedir cita con tu médico de cabecera— hoy en día se ha convertido en un imposible.

Por regla general se le echa la culpa al gobierno de turno. Recordemos que Susana Díaz sufrió cuatro mareas blancas y que el desmantelamiento de la sanidad en Andalucía se empezó con ella.

Yo mismo sufrí un retraso de seis años para cortarme los conductos seminales, y porque se me ocurrió preguntar:

—¿Oiga, y mis huevos, pa’ cuándo?

Resultó que se les había olvidado, y créanme si les digo que, cuando fui, me encontré con un cirujano que llevaba 10 horas de corta y pega. Yo decidí irme de allí sin cortes ni pegas: me habían derivado a la privada, por falta de medios en la pública, y mis cojones son sagrados y yo los aprecio, no saben cuánto.

A mí no se me hubiera ocurrido nunca decirle a Susana “asesina” por la falta de medios en la sanidad, ni por falta de pediatras.

La realidad es que, entre ejercer de médico pediatra en Sevilla y ejercer de médico pediatra en el Campo de las Beatas, hay un mundo. Y no sobran precisamente médicos, porque están mal pagados, mal vistos y son una profesión de riesgo en algunos pueblos.

Pero hay que solicitarlos, hay que hacer la plaza atractiva y, sobre todo, hay que “obligar”, de alguna forma, a que los médicos formados en la universidad pública, con el dinero público —o de todos—, tengan que ejercer en la sanidad pública por un tiempo, y devolver, de alguna forma, el esfuerzo que hacemos todos con nuestros impuestos, para que se formen como médicos pediatras o corta-conductos.

Así, la sanidad privada tendría menos matarifes cortando cojones 10 horas sin descanso, y la pública, todos los profesionales de la sanidad que le hicieran falta.

Pero como ustedes saben bien, en Alcalá la culpa es de Moreno Bonilla, “asesino de masas”, porque lo dicen los sindicatos, lo dice Esperanza Ramos —que ya empieza a hacerse fotos para promocionarse junto a los sindicatos y la eterna promesa de concejal socialista, que nunca será—.

Las declaraciones de la concejal Lidia Ballesteros fueron que:

“Lo mismo para octubre, que mandarían a una…”

Que es lo mismo que decir:
“No me he enterado de nada, con lo a gusto que estaba yo en Rota”.

Y luego, para diversión del respetable, la parte de las firmitas en un papel, que sirven básicamente para recoger los datos y aportarlos a no sé qué manifiesto, que suele usarse tras la lectura de este artículo y después tirar de la cadena.

Y que no eran para pedir dos pediatras.

Los políticos, ya saben ustedes: lo mismo te hacen firmar un manifiesto que una hipoteca a cuatro años.

Lo cierto de esto es que faltan dos pediatras, que la oferta se hizo desde que los otros pediatras se jubilaron y que nadie quiere ir al Campo de las Beatas.

Como era de esperar, y sabiendo que la sanidad está hecha una mierda —pero que la culpa no es de Moreno Bonilla, o al menos no es solo suya, sino que el desmantelamiento viene de mucho más atrás—, la marea de San Telmo fue una marejadilla. Se presentaron 57.000 firmas y yo me acordé de Jesús Candel Fábregas, más conocido como Spiriman —que en gloria esté—, un solo hombre contra la maquinaria de una sanidad pública de la que todo el mundo quiere sacar una tajada y que fue capaz, él solo, de ponerle las orejas de burro a Pedro Sánchez y a Susana Díaz, y arrimar a miles de personas a aquellas mareas blancas a las que se sumaban, no solo los profesionales sanitarios, sino el conjunto de la sociedad.

Como curiosidad, las madres y padres que se concentraron en el centro y que forman parte del conjunto de la sociedad se dieron cuenta de qué pasta están hechos los aspirantes a políticos, a los que la sanidad no les importa una mierda.

 

 

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Fernando Viera

Si no fuera yo, sería el que pone agua en el Congreso de los Diputados. Escribo porque si no, reviento, y una vez estuve en un gimnasio. Creo que en invierno hace frío y en verano calor, soy un negacionista.

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