La falta de ética política y el oportunismo del dinero: el caso de Christopher Rivas.

No vamos a hablar de momento, del teatro ridículo que se marcaba en el pleno el líder absoluto del andalucismo Alcalareño, Christopher Rivas, al ausentarse antes de tiempo del mismo para no votar en el punto donde él ganaba 3.000 euros y dejaba sin mayoría a la alcaldesa para la aprobación del punto anterior. Nos imaginamos el “rapa polvo” de la “jefa”.  Y ahora me pongo más serio.

En los tiempos que corren, donde la desconfianza hacia las instituciones se ha convertido en un fenómeno palpable, las acciones de nuestros representantes públicos adquieren una relevancia crucial. Es en este contexto que el concejal de Axsi, Christopher Rivas, con un salario anual de 55.200 euros que pagamos nosotros, ha decidido solicitar una bonificación de 3.000 euros , el 50% de lo que debería pagar, para la construirse una casa de dos plantas y un local comercial en la calle Orellana de Alcalá de Guadaíra. Esta decisión no solo plantea interrogantes sobre la ética política, sino que también refleja un oportunismo que no debería ser tolerado en la vida pública.

Es innegable que los concejales, como cualquiera,  tienen derecho a beneficiarse de las normativas que fomentan el desarrollo local y la inversión en infraestructuras. Sin embargo, la naturaleza de su cargo implica una responsabilidad añadida: actuar siempre en beneficio de la comunidad que representan. En este sentido, la solicitud de Rivas se presenta como una contradicción. Un concejal que cobra un salario tan altísimo y que se ha “encontrado” el sillón tras pactar con el PSOE, no debería recurrir a bonificaciones que, en última instancia, podrían ser vistas como un uso indebido de su posición. Este tipo de acciones alimenta la percepción de que la política es un juego en el que los intereses personales priman sobre el bien común.

El problema no radica únicamente en la solicitud misma, sino en el mensaje que envía a la ciudadanía. En un momento en que muchos ciudadanos luchan por llegar a fin de mes, ver a un concejal pedir una reducción en los costos de su proyecto personal puede resultar ofensivo. La falta de sensibilidad ante las realidades económicas de la población es un síntoma de desconexión entre los políticos y la ciudadanía, y el caso de Rivas es un claro ejemplo de ello.

Además, este tipo de actitudes puede llevar a la deslegitimación de las políticas públicas. Cuando los ciudadanos perciben que sus representantes actúan en beneficio propio, se genera un clima de desconfianza que puede desincentivar la participación ciudadana y el compromiso con la vida democrática. Las decisiones de los políticos deben estar alineadas con los intereses de la comunidad, y las acciones de Rivas parecen señalar lo contrario.

Es fundamental que los concejales, y en general todos los representantes públicos, actúen con transparencia y ética. La política debe ser un espacio de servicio, no de aprovechamiento personal. En este sentido, sería conveniente que se establezcan regulaciones más estrictas sobre las bonificaciones y ayudas que pueden solicitar los políticos, así como un mayor control sobre sus decisiones.

En conclusión, la solicitud de bonificación de Christopher Rhivas no solo plantea interrogantes sobre su ética como concejal, sino que también refleja una cultura política que, en ocasiones, parece estar más interesada en el beneficio personal que en el servicio a la comunidad. Es hora de que los representantes públicos sean conscientes de su responsabilidad y actúen con la integridad que la ciudadanía merece. La política debe estar al servicio de la sociedad, no del oportunismo del dinero.

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